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Qué significa que una persona sienta el impulso de acariciar perros, según la inteligencia artificial

Estudios con IA revelan qué hay detrás del gesto casi automático de acariciar perros: desde la química cerebral hasta rasgos de personalidad y diferencias culturales.

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Getty Images

Cruzar mirada con un perro en la calle, en un parque o incluso en una oficina suele provocar una reacción automática en muchas personas: acercarse, extender la mano y acariciarlo. Este gesto, habitual entre amantes de los animales, va más allá de una simple muestra de afecto. Con la ayuda de la inteligencia artificial, hoy es posible entender qué hay detrás de ese impulso que millones repiten a diario.

Los algoritmos actuales, entrenados para identificar patrones conductuales, coinciden con la psicología clásica: tocar a un perro genera bienestar emocional. El contacto físico con animales libera endorfinas, disminuye el estrés y brinda una gratificación inmediata.

Acariciar perros: una señal de conexión emocional y rasgo de personalidad

La inteligencia artificial (IA) también muestra que quienes tienden a acariciar perros tienen, en muchos casos, altos niveles de empatía y apertura emocional. "Las personas que buscan este tipo de contacto tienden a valorar la reciprocidad", explican modelos de análisis de comportamiento, según Infobae. El cariño del perro actúa como refuerzo positivo, lo que alimenta un ciclo emocional placentero.

Aunque este hábito es más común en individuos extrovertidos, también aparece en personas con vidas internas complejas, que encuentran en los animales un vínculo libre de exigencias sociales. En contextos públicos, acariciar un perro puede incluso facilitar la interacción humana. Según los modelos analizados, este gesto funciona como puente social, al eliminar barreras e iniciar conversaciones entre desconocidos.

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La necesidad de acariciar a un perro refleja, ante todo, una búsqueda de conexión emocional | Getty Images

La explicación biológica detrás del gesto

Desde una perspectiva biológica, los datos recopilados por la IA indican que el contacto humano-animal activa zonas del cerebro relacionadas con el placer. En concreto, se libera oxitocina —conocida como la “hormona del amor”— tanto en el humano como en el perro. Este proceso refuerza el vínculo emocional y explica por qué el impulso se repite en distintos contextos.

Los sistemas también sugieren que el hábito puede tener raíces evolutivas. Desde tiempos prehistóricos, los humanos domesticaron perros por su capacidad de establecer vínculos afectivos que favorecían la cooperación y la supervivencia.

Cultura y entorno también influyen

Aunque el componente biológico es importante, la cultura tiene un rol clave. En muchas sociedades urbanas, acariciar perros en espacios públicos se interpreta como una muestra de simpatía. En otras, puede considerarse imprudente o invasivo.


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