Acariciar a un perro en la calle no solo es un acto de ternura espontáneo. Según un estudio realizado por las universidades de Florida, Carroll y Marquette, este gesto ayuda a disminuir la presión arterial, estabilizar el ritmo cardíaco y reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés.
En personas que conviven con mascotas, estos efectos se intensifican, ya que la relación cotidiana fortalece sensaciones de apego, pertenencia y bienestar general.
Según Cadena SER, la psicología describe que el contacto físico con perros genera un alivio casi inmediato en situaciones de ansiedad o incertidumbre.
Inteligencia artificial y análisis del comportamiento
El fenómeno también ha comenzado a ser estudiado por la inteligencia artificial (IA). Modelos de machine learning detectan patrones entre quienes expresan afecto hacia perros en espacios urbanos. Los datos revelan que estas personas tienden a ser más empáticas, pacientes y con mayor capacidad de adaptación al estrés.
Además, la IA destaca que acariciar perros suele correlacionarse con habilidades sociales como la comunicación interpersonal y la tolerancia, lo que impacta positivamente en otros ámbitos de la vida.
Acariciar un perro, una oportunidad de conexión social
Diversos experimentos muestran que este contacto estimula la liberación de oxitocina, un neurotransmisor ligado a la calma y la confianza. A nivel social, la presencia de perros en la vía pública actúa como catalizador de interacciones: favorece conversaciones entre peatones y genera un ambiente más amable en las ciudades.
Los especialistas señalan que este tipo de gestos trasciende lo individual y contribuye a la construcción de comunidades más empáticas y colaborativas. Tal como subraya el informe académico, "los pequeños actos cotidianos tienen un efecto multiplicador sobre el ánimo colectivo".
El análisis de estos datos sugiere que el simple acto de acariciar a un perro no solo alegra el día del animal y de su dueño, sino que también contribuye a la creación de un ambiente urbano más amigable y propenso al diálogo. Este gesto puede actuar como un catalizador de conversaciones y de breves momentos de simpatía entre vecinos y peatones, fortaleciendo la cohesión social en las ciudades.
