El hígado graso es una afección que cada vez afecta a más personas en el mundo.
A menudo, no presenta síntomas evidentes en sus primeras etapas, lo que dificulta su diagnóstico. Sin embargo, cuando la enfermedad avanza, pueden aparecer complicaciones graves que afectan la función hepática.
Este trastorno ocurre cuando se acumula grasa en el hígado debido a una dieta poco saludable, el consumo excesivo de alcohol o factores genéticos. Dependiendo de la causa, existen dos tipos principales:
- Hígado graso no alcohólico (HGNA): Se caracteriza por la acumulación de grasa en el hígado sin inflamación ni daño significativo en las células hepáticas.
- Hígado graso alcohólico: Además de la acumulación de grasa, se presenta inflamación y daño celular, lo que puede derivar en fibrosis o cicatrización hepática.
Según MedlinePlus, algunos de los principales factores de riesgo para desarrollar esta enfermedad incluyen:
- Sobrepeso y obesidad.
- Resistencia a la insulina y prediabetes.
- Diabetes tipo 2.
- Colesterol y triglicéridos elevados.
- Hipertensión arterial.
El hígado graso se ha convertido en un problema de salud creciente a escala mundial | Getty Images
Síntomas y diagnóstico del hígado graso
En muchos casos, las personas con hígado graso no presentan síntomas. Sin embargo, algunos signos de alerta pueden ser dolor o presión en la parte derecha del abdomen, fatiga constante y picazón en la piel.
Cuando la enfermedad progresa y se convierte en cirrosis, pueden aparecer síntomas más graves, como:
- Pérdida de apetito y debilidad.
- Náuseas frecuentes.
- Ictericia (color amarillo en la piel y los ojos).
- Acumulación de líquido en el abdomen y piernas.
- Confusión mental y sangrado gastrointestinal.
El diagnóstico del hígado graso no es sencillo, ya que sus síntomas pueden confundirse con otras enfermedades.
Los médicos suelen solicitar análisis de sangre y estudios de imagen, como ecografías o tomografías, para evaluar el estado del hígado.
Según el National Institute of Diabetes and Digestive and Kidney Diseases, esta enfermedad afecta a aproximadamente el 25% de la población mundial y está estrechamente relacionada con la obesidad, la diabetes tipo 2 y el colesterol alto.
Detectarlo a tiempo es clave para evitar complicaciones. Mantener un estilo de vida saludable, con una alimentación balanceada y actividad física regular, puede ayudar a reducir el riesgo y mejorar la salud hepática.