Interrumpir de manera reiterada durante una conversación es un gesto más complejo de lo que parece.
Aunque a primera vista puede interpretarse simplemente como mala educación o ansiedad, para la psicología este comportamiento suele reflejar patrones profundos vinculados a la forma en que una persona se relaciona con los demás y consigo misma.
Lo que dice la psicología al respecto
En términos generales, cortar la palabra a otro de forma continua altera el ritmo del diálogo y puede provocar malestar inmediato, ya que transmite desinterés por escuchar o falta de consideración.
Especialistas en conducta social explican que esta práctica puede tener varias interpretaciones. Esto, según el contexto y la personalidad involucrada por parte de las personas.
Las posibles razones
Una de las razones más frecuentes es la necesidad de ejercer control. Algunas personas recurren a las interrupciones como una manera de dirigir la conversación y asegurarse de que sus opiniones prevalezcan. Esto suele observarse en individuos que sienten que, si no toman el mando, sus puntos de vista no serán tomados en cuenta o perderán relevancia dentro del grupo.
Otra explicación se relaciona con la inseguridad. Quienes temen ser pasados por alto o creen que lo que van a decir podría perder sentido si esperan demasiado, tienden a hablar encima de los demás. Desde esta perspectiva, interrumpir actúa como un mecanismo defensivo: una forma de garantizar presencia ante la posibilidad de no sentirse valorados o de dudar del propio aporte.
La psicología también asocia este comportamiento con una baja capacidad de empatía o poca disposición para escuchar. Cuando la persona prioriza su turno por sobre el del interlocutor, se evidencia una desconexión con el valor del diálogo compartido y una falta de respeto hacia las ideas ajenas, lo que puede deteriorar la relación de manera inmediata.
No está motivado por el mal
No obstante, es importante destacar que no todas las interrupciones obedecen a motivaciones negativas. En ocasiones, surgen del entusiasmo, del deseo sincero de aportar algo o de la emoción del momento. El problema aparece cuando este comportamiento se vuelve constante, afectando la calidad de la comunicación.
Para construir conversaciones más equilibradas, especialistas recomiendan practicar la escucha activa. De este modo, se promueve un intercambio más respetuoso y saludable.
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