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Más allá del porcentaje: cómo identificar un chocolate de calidad real

Disfrutar un buen chocolate no es solo cuestión de porcentaje, sino de historia, cuidado y respeto por el producto.

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En los últimos años, el chocolate dejó de ser solo un gusto ocasional para transformarse en un producto que muchos consumidores eligen con atención, buscando calidad, origen responsable y una experiencia sensorial auténtica. Sin embargo, uno de los errores más comunes sigue siendo fijarse únicamente en el porcentaje de cacao, creyendo que un número alto es sinónimo automático de excelencia.

La realidad es bastante más compleja. Reconocer un chocolate de verdadera calidad implica observar su origen, tipo de grano y proceso de elaboración, elementos que influyen directamente en su sabor, textura y valor nutricional.

No todo cacao es igual

Santiago Peralta, fundador de la marca ecuatoriana Paccari, explica que el porcentaje de cacao solo entrega una referencia parcial. “Un chocolate oscuro puede conservar compuestos beneficiosos, pero eso no garantiza un perfil sensorial completo ni una producción responsable”, señala.

Uno de los factores clave es la diferencia entre cacao fino y cacao convencional. El primero destaca por aromas complejos, sabores definidos y una fuerte conexión con su territorio de origen. El segundo, en cambio, tiende a ser más plano y uniforme, priorizando volumen por sobre calidad.

El origen sí importa

El lugar donde se cultiva el cacao es determinante. Al igual que ocurre con el vino o el café, el terroir influye en los matices que se perciben al degustarlo. Granos provenientes de cultivos sostenibles no solo entregan sabores más ricos, sino que también reflejan prácticas agrícolas respetuosas con el entorno y las comunidades locales.

Conocer la procedencia del grano permite distinguir chocolates que cuentan una historia y que ofrecen perfiles únicos, desde notas frutales y florales hasta toques cítricos o especiados.

El proceso marca la diferencia

La calidad también se define en la transformación del cacao. Etapas como el secado, tostado y conchado influyen directamente en el resultado final. Un tostado suave ayuda a preservar los aromas naturales, mientras que un conchado prolongado y cuidadoso mejora la textura y la forma en que el chocolate se derrite en la boca.

A nivel visual, un buen chocolate debe presentar un color uniforme y brillante. Al partirlo, el sonido seco y limpio, conocido como “crack”, es una señal de una correcta proporción de cacao y manteca, además de una elaboración precisa.

El sabor como veredicto final

Finalmente, es el sabor el que confirma la calidad. Un chocolate premium ofrece una experiencia equilibrada y persistente, donde las notas se desarrollan sin agresividad ni exceso de amargor. La diversidad de perfiles depende tanto del tipo de grano como del cuidado aplicado en cada fase del proceso.

Elegir con conciencia

Más allá del placer, optar por un chocolate de calidad es también una decisión consciente. Valorar el origen, la ética de producción y el impacto ambiental transforma el acto de comer chocolate en una experiencia informada y responsable.

Porque al final, disfrutar un buen chocolate no es solo cuestión de porcentaje, sino de historia, cuidado y respeto por el producto desde su origen hasta la tableta.


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