El 7 de diciembre de 2012, Bruno Mars no solo lanzó su segundo álbum de estudio: detonó una bomba artística que cambiaría para siempre la percepción sobre su talento.
Trece años después, Unorthodox Jukebox sigue siendo una obra fundamental para entender cómo un músico puede desafiar las reglas del pop sin perder su masividad ni su identidad.
Un remezón que reafirmó al pop
En aquel momento, Mars venía del éxito global de Doo-Wops & Hooligans, un debut amable, brillante y cargado de hits. Sin embargo, detrás de esa imagen pulida, el hawaiano buscaba algo más: libertad creativa. Unorthodox Jukebox fue la puerta que decidió abrir de golpe. Un disco que, desde su título, advertía lo que estaba por ocurrir: un viaje ecléctico, instintivo y sin la necesidad de pedir disculpas.
El álbum irrumpió como una suerte de caja musical poseída por múltiples géneros. Locked Out of Heaven sacudió las radios con su pulso new wave heredero de The Police; Treasure celebró el funk como si estuviéramos de vuelta en los años setenta; Young Girls y Gorilla abrazaron el dramatismo sin miedo a la exageración; y When I Was Your Man se convirtió en una de las baladas más dolorosas y memorables de la década. Mars no buscaba imitar estilos: los apropiaba, los rediseñaba y los devolvía al mundo convertidos en éxitos.
La crítica lo entendió y el público lo confirmó. Unorthodox Jukebox conquistó listas, obtuvo premios y, sobre todo, redefinió la trayectoria de su autor. Ese álbum no solo amplió su rango vocal y musical; le permitió declararse, finalmente, dueño absoluto de su identidad artística.
Una llama que no se apaga
A trece años de su estreno, su impacto permanece intacto. Muchas estrellas pop han intentado replicar esa mezcla de nostalgia, sensualidad y precisión melódica, pero pocas lo han logrado con la naturalidad de Mars. Unorthodox Jukebox no fue solo un segundo disco: fue un manifiesto. El momento exacto en que Bruno Mars dejó de seguir tendencias y comenzó a crearlas.
Treinta y cuatro minutos de música bastaron para que entendiera, y nos recordara, que la verdadera revolución del pop no siempre necesita gritar: a veces, basta con sonar distinto. Y él lo hizo antes que todos.
