Jessica Simpson celebra un aniversario que va más allá de los números. Ocho años sin alcohol que, según la propia artista, le devolvieron la intuición, la creatividad y la claridad para vivir “el propósito que Dios tenía para mi vida”.
La cantante, de 45 años, compartió una selfie sonriente en Instagram el 1 de noviembre y un texto donde rememoró la decisión que tomó en 2017 de “afrontar, confesar y dejar atrás las conductas autodestructivas”. Y cómo elegir la fe en lugar del miedo cambió su rumbo personal y profesional.
Declaraciones de Jessica Simpson
El testimonio de Simpson, quien ya había contado su historia con crudeza en su libro Open Book y en entrevistas recientes, marca un punto de inflexión en la relación entre sobriedad y creación artística.
En declaraciones a The Cut y en exclusivas con People, la cantante confesó que durante los años 2016–2017 compuso canciones que no llegó a sentir como propias, en parte porque bebía.
Al dejar el alcohol, esos miedos “desaparecieron” y su honestidad artística emergió con más fuerza. Esa honestidad alimenta ahora su nuevo material, con tono más country-rock y letras que surgen desde la vulnerabilidad recuperada.
La sobriedad de Simpson también se lee en su vida familiar y en su relación con la mirada pública. Cuando a mediados de 2024 un usuario de Instagram sugirió públicamente que “dejara de beber”, Jessica respondió con calma: “No he tenido ganas de beber alcohol desde octubre de 2017… Ha sido la mejor decisión que he tomado para mí y para mi familia”.
Esa réplica no sólo fue un desmentido. Fue un gesto de autoafirmación que mostró cómo la cantante ha aprendido a poner límites y a priorizar a sus hijos y su bienestar.
Más allá del relato individual, la experiencia de Simpson destaca una pauta relevante para el discurso público sobre adicciones. La sobriedad no siempre es una declaración dramática, sino una práctica cotidiana que reconecta a la persona con su intuición y propósito.
En su post reciente enfatiza que “no fue en la lucha donde encontré mi fuerza, sino en la entrega”. Una frase que humaniza y desestigmatiza el proceso, mostrándolo como un acto de fe y reconstrucción emocional.
Para la industria musical, el testimonio de Jessica Simpson es valioso:
Plantea que la autenticidad creativa puede requerir espacios de limpieza emocional. Su tránsito de estrella del pop a autora más íntima y de raíces sugiere que la sobriedad fue compatible con una reorientación artística, menos artificio, más verdad, que podría influir en cómo se cuenta la recuperación en la cultura popular.
