James Franco llegó al Festival de Cine de Turín para recibir el premio Stella della Mole y, lejos de una aparición protocolaria, ofreció una lectura honesta y a la vez estratégica de su carrera.
Reconoció una etapa de trabajo “poco saludable” que él mismo definió como “estar un poco loco por un tiempo”. Explicó que su frenética producción, dirigir, actuar, volver a la escuela de cine, respondió a una obsesión creativa pero que ahora busca equilibrio.
El actor recordó que regresar a la escuela de cine lo convenció de que no debía esperar que otros lo llamaran. Podía “hacer sus propias películas”, un cambio que, dijo, abrió “otro capítulo” en su vida profesional y derivó en una producción exuberante y autopropulsada.
Ese periodo de hiperactividad, admitió, le dejó aprendizajes concretos. Entender cuándo detenerse y priorizar proyectos con menos prisas y mayor control creativo.
En Turín el actor también ofreció una anécdota de producción
Reveló que su icónico papel en 127 Hours casi no se hizo y que incluso en el equipo hubo escepticismo sobre el proyecto de Danny Boyle.
La película, que terminó siendo un punto alto en su carrera por su interpretación de Aron Ralston, demuestra que para Franco las apuestas arriesgadas fueron una constante. Una mezcla de ambición artística y voluntad de asumir responsabilidad creativa.
Mientras tanto, su carrera no está inactiva. Franco ha dirigido The Long Home y figura en proyectos recientes y en desarrollo. Entre ellos el verdadero, crimen Golden State Killer, con implicación de Vincent Gallo en el reparto.
El episodio familiar también reapareció en la conversación pública
Dave Franco, su hermano, negó que su carrera sea producto del “nepotismo” y afirmó que nadie lo contrataría sólo por ser el hermano menor de James.
El comentario aparece en entrevistas recientes que subrayan cómo la saga pública de James afecta, y es separada de, la trayectoria de su hermano.
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