El mundo de la cultura chilena despide a una de sus figuras más queridas y respetadas. Héctor Noguera, actor, director y formador, falleció este martes a los 88 años, dejando un legado inmenso en el cine, la televisión y el teatro nacional.
La noticia fue confirmada por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio: “Despedimos con profunda tristeza a Héctor Noguera, actor, director y maestro del teatro chileno. Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales 2015, su talento, compromiso y sensibilidad dejaron una huella profunda en la cultura de nuestro país”, expresaron.
Su partida marca el cierre de una era. Noguera fue sinónimo de oficio, rigor y pasión artística, cualidades que lo convirtieron en una figura esencial de la escena nacional.
Los inicios de un maestro
Nacido en Santiago el 8 de julio de 1937, Noguera comenzó estudiando Arquitectura, pero pronto se volcó al teatro en la Academia de Arte Dramático de la Pontificia Universidad Católica, donde tuvo como maestros a Eugenio Dittborn y Luis Alberto Heiremans.
Desde joven participó en agrupaciones teatrales escolares, demostrando un talento precoz para las tablas.
Teatro, televisión y cine: una vida dedicada a actuar
Durante tres décadas, fue uno de los pilares del Teatro de la Universidad Católica, donde destacó como actor, director y docente. Montó innumerables obras y formó generaciones de intérpretes, consolidándose como referente de la escena chilena.
En televisión, protagonizó telenovelas inolvidables como Sucupira (1996), Romané (2000) y Machos (2003), personajes que lo convirtieron en un rostro entrañable para el público. En el cine, participó en producciones icónicas como El chacal de Nahueltoro (1969) y La frontera.⸻
Legado y vida personal
Padre de Amparo, Piedad, Emilia, Diego, Damián y la fallecida Claudia, Noguera combinó su carrera artística con una profunda vocación docente: fue profesor y decano de la Facultad de Artes de la Universidad Mayor, dedicando gran parte de su vida a la formación de nuevas generaciones.
Incluso tras sufrir un grave accidente ecuestre en 2016, que lo dejó al borde de la parálisis, continuó activo y reflexivo sobre su oficio. “Perder la memoria es perderte a ti mismo”, solía decir sobre el paso del tiempo y la fragilidad del arte.
