Hay películas que rugen, y luego está "Chainsaw Man – The Movie: Reze Arc", que no solo rugió: devoró expectativas. La furia del motor y la ternura más improbable volvieron a encender la pantalla grande, y el resultado ha sido poético.
En Japón, el estreno fue una carnicería de taquilla:
Más de 272.000 boletos vendidos en un solo día y un fin de semana inaugural que superó los ¥1.251 billones, unos 8.45 millones de dólares. Por un instante, breve, pero glorioso, Denji y compañía hicieron temblar incluso a los titanes del anime más tradicional.
El fenómeno no se detuvo en las islas niponas. Corea del Sur respondió con entusiasmo quirúrgico, y los analistas comenzaron a mirar hacia 2025 con una nueva certeza. Chainsaw Man no era solo una moda de adolescentes con demasiado tiempo libre, sino un contendiente serio en la arena global del anime cinematográfico, según consignó Hollywood Reporter.
Pero, ¿qué impulsa realmente esta motosierra emocional? No basta con decir “la marca vende”. Lo que el filme logra es domesticar la violencia, envolverla en humor negro y luego, cuando el espectador baja la guardia, clavarle una historia de humanidad cruda y dulce a la vez. Es un festín estético que combina vísceras y vulnerabilidad, como si Tarantino hubiera decidido leer poesía japonesa.
Las críticas, en su mayoría positivas, actuaron como gasolina. La película sirve para reconciliar a una generación desmotivada con la experiencia colectiva del cine. En una época en que todo parece reproducible desde la cama, Chainsaw Man – Reze Arc recuerda que algunas emociones necesitan una sala oscura, un volumen excesivo y una pantalla que tiemble.
Si mantiene su impulso en mercados como Estados Unidos o Reino Unido, podría convertirse en uno de los títulos más rentables del año.
