La australiana Kylie Minogue completó la etapa chilena de su gira "Tension Tour", con un show agotado y repleto en el Movistar Arena.
Comenzó su segundo show en Chile con cerca de 10 min de atraso, y la fanaticada no la llamó ni la abucheó. Es que hay que ser muy valiente para apurar el proceso de una diva del pop.
Con Kylie no falta nada
Sin importar la demora, y al ritmo de "Lights, Camera, Action", apareció Kylie Minogue, encendiendo el escenario del Movistar Arena con un traje de látex naranja, con un corset, botones, brillos, y cadenas.
Si eso suena a exceso, es porque el universo de la australiana tiene de todo: bailarines vestidos como soldados, oficinistas y dandys, coristas, instrumentistas, luces estroboscópicas, humo, confetti... incluso corpóreos de colores. Y más drama del que uno pueda imaginar.
Porque Kylie no hace nada a medias. Si se cambia de vestuario, es el outfit completo. Si se une a los bailarines, saca brillo a la pista de baile, como si estuviera en el centro de una disco. Si canta, lo hace con ímpetu y encanto, dejando hipnotizados a los fanáticos que seguro piensan "¿Qué se hace para llegar a los 57 años con este nivel de habilidad?".
Lo nuevo y lo no tan nuevo
Despierta curiosidad todo lo que rodea a esa australiana que baila con libertad en el escenario del Movistar Arena, y es evidente que la gente la ama. Perdidamente. Con una devoción inédita.
Tiene sentido, porque Kylie es la imagen viviente de un balance que es difícil de encontrar. En la música y en otras cosas.
Es la mezcla equilibrada entre lo antiguo y lo nuevo, con su sonido que remite al disco, pero que toma elementos del electro. Y con su repertorio, que hace gala con orgullo de las canciones que Kylie cantó en los 80, 90 y 2000, pero con un toque moderno.
Y ese balance, nos abre una puerta bien especial: una invitación a bailar, al ritmo de lo viejo y (por qué no) de lo nuevo, disfrutando de esa mezcla que a Kylie le queda excelente, y que a nosotros también podría quedarnos bien si sabemos abrazarla.
