El 1 de julio de 1963 no era un día cualquiera en los estudios EMI de Abbey Road. Entre cables, micrófonos y bobinas de cinta, cuatro jóvenes británicos se preparaban para una nueva sesión de grabación. No sabían —o tal vez sí— que lo que estaban a punto de capturar en audio sería parte fundamental del ADN de la música moderna.
Ese lunes por la tarde, The Beatles grabaron “She Loves You” y “I’ll Get You”, un single que no solo consolidaría su ascenso, sino que marcaría un antes y un después en la historia del pop. Y hoy, en Concierto, recordamos este momento para la historia.
La grabación que cambió el curso
“She Loves You” nació de una idea de Paul McCartney y John Lennon durante una gira en Newcastle. Querían escribir algo distinto, una canción de amor que no fuera narrada en primera persona, sino contada desde afuera, como si un amigo hablara. El resultado fue una de las canciones más reconocibles del siglo XX, con un coro que revolucionó el lenguaje del pop: el icónico “yeah, yeah, yeah”. Tan potente fue ese gancho melódico que incluso generó controversia en algunos círculos conservadores británicos, que lo consideraban poco sofisticado. No importó. El mundo la cantaba igual.
Ese día también se grabó “I’ll Get You”, una cara B que hoy es considerada una joya menor del repertorio temprano beatle. Melódica, dulce y cargada de armonías vocales, la canción mostraba el contrapunto perfecto: si “She Loves You” era un grito directo, esta era una promesa íntima. Entre las dos piezas, The Beatles demostraban no solo su versatilidad, sino una madurez compositiva que desmentía su juventud.
La sesión fue rápida y efectiva. George Martin, el productor que terminaría siendo conocido como el “quinto Beatle”, guiaba al grupo con precisión. Para entonces, ya había una química innegable entre él y la banda. No se trataba solo de grabar canciones; estaban construyendo una identidad sonora.
La historia después
“She Loves You” fue lanzada oficialmente el 23 de agosto de 1963 y vendió más de un millón de copias solo en el Reino Unido, convirtiéndose en el sencillo más vendido de la banda en su país natal. Su influencia trascendió las listas: fue una declaración del poder juvenil, de una nueva forma de comunicar emociones y de entender el fenómeno pop.
Hoy, 62 años después de aquella sesión, la canción sigue viva en películas, documentales, estadios y auriculares. Suena en celebraciones, en conciertos tributo, en playlists que cruzan generaciones. Es un recordatorio de que algunas canciones no envejecen: simplemente se transforman en clásicos eternos, capaces de cambiar el mundo sin saberlo. Y esta lo hizo al ritmo de un “yeah, yeah, yeah” que todavía resuena.