
En la sociedad chilena, los hijos ya no parecen formar parte central del proyecto de vida. Así lo confirma el Censo 2024, que evidencia una caída sostenida —y cada vez más aguda— en la fecundidad. Hoy, solo un 56,6% de las mujeres entre 15 y 49 años tiene hijos, 14 puntos menos que en 1992 y 9 puntos menos que en 2017. La magnitud de esta baja debería alarmar tanto a autoridades como a quienes aún confían en un futuro demográfico estable.
El fenómeno es especialmente crítico en zonas urbanas y de mayores ingresos. Providencia lidera con el porcentaje más bajo del país: apenas el 31,5% de sus mujeres en edad fértil ha tenido hijos. Le siguen Ñuñoa, Las Condes, Santiago y Vitacura, con cifras igualmente bajas. No es casualidad: estas comunas concentran altos costos de vida, arriendos imposibles y condiciones laborales hostiles para la maternidad. Mientras tanto, regiones como Atacama, Tarapacá y Aysén aún muestran tasas más altas, aunque igualmente en declive.
Un país que envejece en silencio
¿Estamos frente a un país que decidió no reproducirse? Más que una decisión libre, parece el resultado de un sistema que penaliza la crianza. La maternidad se vuelve un lujo reservado a quienes tienen redes de apoyo o recursos económicos suficientes. Las cifras del Censo también revelan que el promedio de hijos por mujer (considerando solo a quienes tienen hijos) es de 1,97, por debajo del umbral de reemplazo poblacional (2.1 hijos por mujer). En cambio, en 1992 era de 2,52.
El descenso en la fecundidad adolescente también parece ser una "buena noticia" en términos sanitarios, pero no compensa el panorama general: un país que envejece sin un relevo generacional y que, en muchos casos, ve partir a sus jóvenes. La migración interna también lo refleja: más de 218 mil personas dejaron la Región Metropolitana entre 2019 y 2024, en busca de una vida más accesible en regiones como Valparaíso, La Araucanía o el Maule.
Frente a esta realidad, el Estado sigue sin una política de natalidad clara ni sostenida. Incentivos reales para la crianza, acceso universal a jardines infantiles, horarios laborales compatibles con la vida familiar y un sistema de salud que no castigue el embarazo deberían ser temas urgentes. De lo contrario, Chile avanzará —sin pausa— hacia una crisis de envejecimiento con pensiones insostenibles, falta de mano de obra y una fractura social marcada por el aislamiento.