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El LSD fue la gran influencia para crear a Thanos, el villano de Avengers: Infinity War

El escritor Jim Starlin usó sus clases de sicología y la droga alucinógena para idear al titán.

El guionista y dibujante Jim Starlin (1949, Detroit), que representaba como nadie la generación disruptiva de los 70, de la contracultura, los hippis, los derechos civiles, el cine reivindicativo (Network, El cazador, La naranja mecánica) y el no a la guerra.

El propio Starlin había luchado en Vietnam y sobrevivido a un accidente aéreo en Sicilia. Pero, pese a su fachada de tipo duro, cuando no estaba de servicio, mandaba dibujos e incluso historias completas de Hulk a Marvel.

Ante el rechazo que sufrió, su único destino fue la universidad pública. Era imposible anticipar que en una clase de psicología iban a nacer los estrambóticos personajes que le abrieron la puerta y acompañaron durante medio siglo: Thanos.

Hijo rebelde de Titán, la mayor luna de Saturno, y el próximo gran enemigo de la epopeya Vengadores: Infinity War; su familia (su padre y líder científico, Mentor, y su heroico hermano Eros) y su perseguidor, Drax el destructor, al que hemos visto en Guardianes de la Galaxia, eran en realidad reflejos de las enseñanzas psiquiátricas de control de ira. Pero la adaptación de sus viajes psicodélicos a las viñetas no convenció a los jefes. Su contribución como guionista al universo iba a quedar encapsulada en Iron Man 55, un número despreciado hoy histórico. “Creía que mi carrera iba a durar semanas, así que metí a todos mis personajes en ese número”, recordaba, según recoge El País.

Fue así como el editor Roy Thomas había visto talento en él, sin embargo, en aquel joven fiestero abroncado por Stan Lee y no tardó en darle una colección donde desbarrar imaginación. No era Spider-Man, ni Hulk, pero el Capitán Marvel, un soldado interplanetario Kree disciplinado como mandaba la educación militar de Starlin, se convertía bajo el dominio del autor en una personaje complejo y dudoso en constante búsqueda de identidad.

Luchaba entre estrellas, pero tenía tantas contradicciones y límites como cualquier ser humano. Lejos del epítome de héroe dispuesto a hacer el bien, esta generación de autores estaba enfadada. Era el giro que aportaba Starlin al complejo universo del fundador Jack Kirby, a quien rendía pleitesía desde niño. Su cosmos era una space-opera coral (previa a Star Wars) rara y religiosa que meditaba sobre el poder. Había colores y explosiones, pero lo importante era su fondo psicológico y filosófico.

“Estaba tan loco como cualquiera después de Watergate y Vietnam”, contaba Starlin en Marvel: La historia jamás contada. La locura contagió a sus protagonistas, seres galácticos que lidian con convertirse en dioses. Así era Mar-Vell y también Adam Warlock, personaje de Lee y Kirby que vio cual Jesús esquizofrénico luchando contra la religión institucionalizada e interferencias editoriales. Aunque fue Thanos, y su aspiración a dios, quien se convirtió en la constante de su carrera.


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